El TDAH a nivel neurológico (parte 1)

“TDAH” o "ADHD" no son sólo unas siglas que hacen referencia a un lejano tema médico o psicológico. Para no pocos niños y adultos, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad es la causa de que su vida cotidiana se vea envuelta en una espiral de frustración, problemas escolares o laborales, dificultades en su relación social y afectiva con los demás, incomprensión familiar, y en última instancia, sufrimiento y miedo.

El TDAH (ADHD en inglés) es un trastorno complejo, que debe ser tratado para evitar perjuicios permanentes para la persona (sobre todo para el niño). Por suerte, hoy en día se puede diagnosticar con precisión, se pueden controlar sus efectos, y se puede lograr que los individuos afectados lleven una vida satisfactoria, integrada y productiva.

Origen y causas del TDAH

Hoy en día está claro que la herencia genética es el principal factor que determina la aparición del TDAH en un ser humano, siendo responsable del 80% de la probabilidad de que se registre este trastorno. De hecho, ya se han identificado varios genes que contribuyen al TDAH, y posiblemente se identificarán más, pues como decíamos antes, se trata de un trastorno complejo que no es atribuible a un solo gen. Es una influencia hereditaria fuerte, comparable en intensidad y porcentaje a la que ejercen los genes que controlan la altura (en términos deliberadamente simples, la probabilidad de que un individuo tenga cierta altura depende en un 80% de su herencia genética).

El 20% restante parece corresponder  a factores como dificultades durante el embarazo, exposición al tabaco y al alcohol durante la etapa prenatal, parto prematuro y muy bajo peso al nacer, y daño post-natal en las regiones prefrontales del cerebro.

A nivel biológico, el TDAH se manifiesta como una leve pero contrastable diferencia en las funciones cerebrales normales. Es decir, se trata de una sutil disfunción cerebral, que se considera originada por un desequilibrio o desajuste en los niveles de neurotransmisores cerebrales, principalmente de noradrenalina y dopamina. Este desequilibrio se localiza principalmente en las áreas cerebrales responsables de la autorregulación y autocontrol del comportamiento (los lóbulos prefrontales y sus conexiones profundas, que son los ganglios basales)

Estas disfunciones cerebrales se comprueban y diagnostican en la actualidad de manera inequívoca, mediante pruebas médicas objetivas como la Tomografía por Emisión de Positrones (PET en inglés) y la Imagen por Resonancia Magnética, tanto funcional como volumétrica.



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